En 1984, con ocasión de las fiestas patronales, al cumplir los veintidos años, decidí volver a Cajatambo. Pero -a diferencia de cientos de mis paisanos- en lugar de comprar un pasaje decidí alistar mi caballo. Durante dos jornadas (entre doce y ocho horas) cabalgué hasta llegar. Venia desde Lascamayo, el fundo que nos legaron mis abuelos en el distrito de Ambar. Al atardecer del segundo día, poseído de una emoción tan intensa -solo comparable al furor melancólico del sol cuando depone su fulgor- me detuve a contemplar los techos de calamina y las estrechas callecitas del pueblo donde nací. Entonces comprendí que mi viaje, más que un regreso, era un homenaje al pasado. Un reencuentro con mis antepasados, al mismo tiempo que un inolvidable privilegio de la vista, en la vasta desolación de las alturas. (Pues siempre me acompaño la certeza de que aquel solitario peregrinaje que emprendí a los veinte años desde Ambar hasta Cajatambo era más que la reiteración de la ruta de extintos viajeros).
Veinticuatro años después, en el 2008, retorné sobre mis pasos
para recorrer aquel viejo camino de piedras legendarias y mi primera impresión fue de indudable sorpresa y gratitud. Sorpresa por encontrar intacto el sendero guardado en mi memoria y gratitud por haber sido el muchacho a quien debo este recuerdo. Pues, aun con veinte kilos más (y demás) al cruzar las lagunas de Jurorcocha, y en especial, al ascender a la cima del Abra Huamán (que quiere decir: Morada de los Cóndores) y coronar la más hermosa vista del horizonte de montañas que forman la Cordillera Huayhuash, era evidente que había alcanzado la altura más elevada del camino, y al mismo tiempo, de mi nostalgia. Sin embargo, aun cuando en ningún momento me propuse no regresar, tampoco consideré necesario hacerlo.
para recorrer aquel viejo camino de piedras legendarias y mi primera impresión fue de indudable sorpresa y gratitud. Sorpresa por encontrar intacto el sendero guardado en mi memoria y gratitud por haber sido el muchacho a quien debo este recuerdo. Pues, aun con veinte kilos más (y demás) al cruzar las lagunas de Jurorcocha, y en especial, al ascender a la cima del Abra Huamán (que quiere decir: Morada de los Cóndores) y coronar la más hermosa vista del horizonte de montañas que forman la Cordillera Huayhuash, era evidente que había alcanzado la altura más elevada del camino, y al mismo tiempo, de mi nostalgia. Sin embargo, aun cuando en ningún momento me propuse no regresar, tampoco consideré necesario hacerlo.
En todo caso, me pareció suficiente recompensa saber que
aquel secreto y memorable viaje sería siempre uno de los aciertos más preciados de mi remota juventud. Pese a todo, me indujo el deber a volver. El deber de compartir lo que un día miré y admiré. De manera que cuando Oyvind Wesseltoft (un noruego que acostumbra con orgullo aclarar: “No soy gringo. Yo soy vikingo”) me comunicó su decisión de inaugurar una nueva ruta para Coex Amazón -la empresa de turismo vivencial: http://coexamazon.com/- que uniría Caral con Kotosh; es decir, dos regiones (Lima y Huanuco) y cuatro provincias (Huaura, Cajatambo, Lauricocha y Huanuco) a través de apartadas trochas carrozables y olvidados caminos de herradura, tuve la certidumbre absoluta de saber, al fin, que no era solo un audaz aventurero nórdico quien me llamaba sino el destino.
aquel secreto y memorable viaje sería siempre uno de los aciertos más preciados de mi remota juventud. Pese a todo, me indujo el deber a volver. El deber de compartir lo que un día miré y admiré. De manera que cuando Oyvind Wesseltoft (un noruego que acostumbra con orgullo aclarar: “No soy gringo. Yo soy vikingo”) me comunicó su decisión de inaugurar una nueva ruta para Coex Amazón -la empresa de turismo vivencial: http://coexamazon.com/- que uniría Caral con Kotosh; es decir, dos regiones (Lima y Huanuco) y cuatro provincias (Huaura, Cajatambo, Lauricocha y Huanuco) a través de apartadas trochas carrozables y olvidados caminos de herradura, tuve la certidumbre absoluta de saber, al fin, que no era solo un audaz aventurero nórdico quien me llamaba sino el destino.
Pero a la luz de las estrellas -cuando todavía las estrellas
iluminaban el pueblo en donde nací- la misma noche de mi llegada al escuchar la primera canción en la calles de Cajatambo encontré la respuesta a mi regreso: "Que culpa tengo yo/ de ser cholo cajatambino./Todos dirán ya se fue;/ nadie me recordara/ pero yo he de volver/ a mi santa tierra”. Habituados a entonarla todos en el grupo bailaban y cantaban esa conocida y repetida canción. Solo yo, con la complicidad de las estrellas, era el único solitario peregrino que tenía sobrados motivos, por igual, para llorar al mismo tiempo que también para bailar.
iluminaban el pueblo en donde nací- la misma noche de mi llegada al escuchar la primera canción en la calles de Cajatambo encontré la respuesta a mi regreso: "Que culpa tengo yo/ de ser cholo cajatambino./Todos dirán ya se fue;/ nadie me recordara/ pero yo he de volver/ a mi santa tierra”. Habituados a entonarla todos en el grupo bailaban y cantaban esa conocida y repetida canción. Solo yo, con la complicidad de las estrellas, era el único solitario peregrino que tenía sobrados motivos, por igual, para llorar al mismo tiempo que también para bailar.
Linda semblanza... y sobre todo la parte del verso que dice mucho del sentir de todo Cajatambino que por algún motivo salimos de nuestra tierra pero que no la hemos olvidado y volvemos a nuestra Santa Tierra....y como dice el vikingo, no soy gringo... yo digo soy Cajatambina por los 4suyos...y así como nuestros Cusqueños se sienten orgullosos de ser de esa región, yo también siento orgullo de haber nacido en un lugar con tanta historia que día a día voy conociendo y amándola más.
ResponderEliminarLinda semblanza... y sobre todo la parte del verso que dice mucho del sentir de todo Cajatambino que por algún motivo salimos de nuestra tierra pero que no la hemos olvidado y volvemos a nuestra Santa Tierra....y como dice el vikingo, no soy gringo... yo digo soy Cajatambina por los 4suyos...y así como nuestros Cusqueños se sienten orgullosos de ser de esa región, yo también siento orgullo de haber nacido en un lugar con tanta historia que día a día voy conociendo y amándola más.
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ResponderEliminarLinda semblanza... y sobre todo la parte del verso que dice mucho del sentir de todo Cajatambino que por algún motivo salimos de nuestra tierra pero que no la hemos olvidado y volvemos a nuestra Santa Tierra....y como dice el vikingo, no soy gringo... yo digo soy Cajatambina por los 4suyos...y así como nuestros Cusqueños se sienten orgullosos de ser de esa región, yo también siento orgullo de haber nacido en un lugar con tanta historia que día a día voy conociendo y amándola más.
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