Sentado en el atrio de la iglesia, inmóvil, cautivo y melancólico, Isidro llora. Llora sin lágrimas. En silencio, para sus adentros.
Lo saludo. Sobresaltado, me reconoce, y desde su recóndito pesar, me cuenta que en la mañana despidió a su hija y a sus nietos, y que otra vez solos, su mujer y él, enrumbaran, dentro de unas horas, quebrada abajo con destino a la casa donde criaron los hijos.
De pronto, su voz se quiebra, y ahora sí, llora de verdad. Un secreto caudal inunda la cuenca de sus ojos, y desciende por sus mejillas. Conmovido, estrecho su mano y me despido: pues tengo la certeza que sus lágrimas se harán palabras en las mías.
Cada año, la última semana del mes de julio, la población de Cajatambo (345 Km. al noreste de Lima) se duplica. Cientos de personas se trasladan a diario vía la Panamericana Norte hasta Pativilca (204km) para iniciar el progresivo ascenso que los llevará hasta los tres mil metros en que se asienta esta antigua provincia limeña. En el trayecto se halla la Central Hidroeléctrica de Cahua, y más allá -a poco menos de una hora- el primer impacto sobrecogedor de la ruta: un par de imponentes paredes verticales de roca. El Cañon de Waguaypunquio,ó,simplemente, Cañon. Por donde, oculta en la pétrea sombra de los abismos, entre dos cerros que casi se tocan; sinuosa y ondulante, discurre la carretera que, desde 1966, hace posible el incesante ir y venir de generaciones.
Lo saludo. Sobresaltado, me reconoce, y desde su recóndito pesar, me cuenta que en la mañana despidió a su hija y a sus nietos, y que otra vez solos, su mujer y él, enrumbaran, dentro de unas horas, quebrada abajo con destino a la casa donde criaron los hijos.
De pronto, su voz se quiebra, y ahora sí, llora de verdad. Un secreto caudal inunda la cuenca de sus ojos, y desciende por sus mejillas. Conmovido, estrecho su mano y me despido: pues tengo la certeza que sus lágrimas se harán palabras en las mías.
Cada año, la última semana del mes de julio, la población de Cajatambo (345 Km. al noreste de Lima) se duplica. Cientos de personas se trasladan a diario vía la Panamericana Norte hasta Pativilca (204km) para iniciar el progresivo ascenso que los llevará hasta los tres mil metros en que se asienta esta antigua provincia limeña. En el trayecto se halla la Central Hidroeléctrica de Cahua, y más allá -a poco menos de una hora- el primer impacto sobrecogedor de la ruta: un par de imponentes paredes verticales de roca. El Cañon de Waguaypunquio,ó,simplemente, Cañon. Por donde, oculta en la pétrea sombra de los abismos, entre dos cerros que casi se tocan; sinuosa y ondulante, discurre la carretera que, desde 1966, hace posible el incesante ir y venir de generaciones.
Otro tramo ineludible del recorrido lo conforma el cruce de Tumac, donde al mismo tiempo que la carretera se bifurca hacia otros pueblos, sube, zigzagueante, desde el fondo de la quebrada hasta casi coronar la cima de los cerros para enfilar, vencida la última curva (no sin antes detenerse ante un cálido ojo de agua convertido en baños termales y abastecerse de frutas en el poblado de Llocchi) directo hasta Cajatambo. Entonces es cuando acontece la sensación más memorable del viaje que emerge de la presencia de una alta y solitaria montaña de nieve que se yergue majestuosa. Y es que la visión del Huacshash resulta siempre inolvidable, en cualquier circunstancia, aunque se la mire muy de paso. Pero ni que decir, si la luz dorada del atardecer o el platinado fulgor de la luna acuden a la cita.
Cada año -entre el 24 de julio al 2 de agosto- los íntimos apegos de la sangre hacia el suelo ancestral dan curso a esta constante peregrinación jubilosa que colma calles y casas (la mayor parte del año desoladas y silenciosas) en las que personas que no se verán el resto del año, y hasta acaso nunca más, fraternizan con denuedo. Pero la emoción que realmente estremece y transporte acontece, con la más sutil naturalidad, cuando el canto quechua de las pallas se adueña de las tardes y de los pies de los visitantes. Basta apenas portar una botella inspiradora con que brindar para saberlo y descubrir en un instante la embriaguez palpitante de los tiempos.
Durante once días, en que se prolongan las celebraciones, se desarrollan, paralelas, dos vertientes festivas. Por un lado, están las comunidades campesinas con sus coreografías de incas y pallas, y por el otro, el lado hispanoandino que, al compás de las bandas de viento, tienen como protagonistas principales al Capitán de la Tarde, oferentes de las corridas de toros de los días 30 y 31 del mes patrio. Hasta que el 2 de agosto María de Magdala en Cajatambo sale a la puerta de su templo, rodeada de sus incas y pallas, para despedir a su fieles hijos que, en los próximos días, emprenderán camino hacia sus parcelas o estancias, o rumbo hacia las ciudades de donde llegaron.
A un promedio de ocho horas de ocho horas de viaje, Cajatambo ofrece la oportunidad de disfrutar de algunos días de sol radiante y cielo azul, amenizados con paseos a caballo por las ruinas de Tambomarca, y visitas a los baños termales de Macanacota, Shucsha o Guñoj, además de proveerse de algunas imperdibles pociones de manjarblanco o quesos de estupenda calidad. Pues, no por algo, se trata de la provincia ganadera de la Región Lima.
Cómodos y confortables alojamientos esperan a los visitantes. Para quienes viajan con movilidad propia, es recomendable tomar de regreso la vía auxiliar que conduce al balneario de Churin. Esta carretera, perfectamente transitable, cruza un impresionante paisaje de cumbres, lagunas y planicies. Cada año -entre el 24 de julio al 2 de agosto- los íntimos apegos de la sangre hacia el suelo ancestral dan curso a esta constante peregrinación jubilosa que colma calles y casas (la mayor parte del año desoladas y silenciosas) en las que personas que no se verán el resto del año, y hasta acaso nunca más, fraternizan con denuedo. Pero la emoción que realmente estremece y transporte acontece, con la más sutil naturalidad, cuando el canto quechua de las pallas se adueña de las tardes y de los pies de los visitantes. Basta apenas portar una botella inspiradora con que brindar para saberlo y descubrir en un instante la embriaguez palpitante de los tiempos.
Durante once días, en que se prolongan las celebraciones, se desarrollan, paralelas, dos vertientes festivas. Por un lado, están las comunidades campesinas con sus coreografías de incas y pallas, y por el otro, el lado hispanoandino que, al compás de las bandas de viento, tienen como protagonistas principales al Capitán de la Tarde, oferentes de las corridas de toros de los días 30 y 31 del mes patrio. Hasta que el 2 de agosto María de Magdala en Cajatambo sale a la puerta de su templo, rodeada de sus incas y pallas, para despedir a su fieles hijos que, en los próximos días, emprenderán camino hacia sus parcelas o estancias, o rumbo hacia las ciudades de donde llegaron.
A un promedio de ocho horas de ocho horas de viaje, Cajatambo ofrece la oportunidad de disfrutar de algunos días de sol radiante y cielo azul, amenizados con paseos a caballo por las ruinas de Tambomarca, y visitas a los baños termales de Macanacota, Shucsha o Guñoj, además de proveerse de algunas imperdibles pociones de manjarblanco o quesos de estupenda calidad. Pues, no por algo, se trata de la provincia ganadera de la Región Lima.
En estos tiempos de expansión del movimiento turístico, esta provincia ofrece el atractivo de descubrir un nuevo espacio de recreación y conocimiento, en el que a la par de los servicios de comunicación, esperan al visitante un viento, un tiempo y una quietud inolvidables.
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